Hace siete meses cuando comenzó Gula escribí sobre las fermentaciones y sobre un guarapo de panela que empecé a fermentar en diciembre, de cómo sus transformaciones ilustran la vida a través del tiempo y lo que pasa después. El tiempo ha pasado, el guarapo ya está listo y creo que yo también lo estoy para tomarme un respiro del niusléter y sentarme a pensar en cómo seguir haciéndolo. Hoy termina la primera temporada y voy a tardar un mes en planear la segunda. A quienes llegaron en el camino les invito a leer las anteriores entregas y a las que están desde el principio a compartir y por qué no releer.
La ley de este niusléter ha sido publicar textos acerca de comer, cocinar y todo lo que lo envuelve, que es la vida. Creo que los textos han sido fieles a esa idea. Lo que comemos y lo que los demás comen atraviesa toda la experiencia humana; visto desde el ángulo correcto, encontrando las encrucijadas, es una brújula del mapa de la realidad en que vivimos. Su saeta nos guía y nos revela a nosotros mismos tanto como cualquier otro lenguaje. La comida es una maqueta del cosmos y del mundo que los humanos hemos creado en la tierra —y ya casi fuera de ella—, es un medio de expresión y también un área de estudio pero todo eso después de desnudarla a su transacción más simple y esencial: ser combustible y alimento. De ahí vuelve a ser un reflejo de las sociedades, un termómetro de las desigualdades, del poder del capitalismo y hasta una herramienta política. Está en todos lados, hasta en la muerte.
Pero aunque todo eso pase en simultáneo cada segundo desde el Big Bang, cada relación personal con la comida es diferente; nuestras experiencias con lo que comemos y por ende cómo cada uno percibe a la comida en el mundo son piezas ínfimas, pero indispensables, de la perspectiva universal del asunto. Por eso contar historias y leer sobre lo que los demás comen es importante para aprender acerca de lo que nos diferencia —qué es lo más interesante de la vida— y entender cómo y dónde todos somos iguales, humanos, seres, cúmulos temporales de energía, polvo.
Ese constante tire y afloje puede ayudarnos a darnos cuenta de que lo que el otro desea, ese otro que vemos como nuestro enemigo o nuestro aliado en contra del enemigo, ese con quien ponemos distancia porque le creemos diferente y por eso peligroso, ese que no habita nuestro cuerpo ni cree en lo que creemos, ese otro, es exactamente lo mismo que cada uno de nosotros necesita al final del día: un plato de comida que además de mantener con vida al cuerpo contenga también amor y bienestar. Ojalá lo suficiente para compartir con quienes nos rodean.
De ahí en adelante la comida es un juego sin reglas en el que cada quién se divierte a su manera: experimentando con los genomas de las levaduras para hacer cervezas más sabrosas y de mejor calidad; posteando fotos de comida en Instagram y Facebook obsesivamente hasta cambiar su significado y de paso a nosotros mismos; metiéndose cosas a la boca que drogan cuerpo y mente y amplían las perspectivas; acercando los olores a los recuerdos y los sentimientos; investigando las costumbres a nuestro alrededor; aventurándose a un nuevo espacio; escribiendo sobre todo lo anterior. Hay millones de otras formas de acercarse a un bocado, aquí se seguirán documentando.
Todo eso requiere de miradas y por eso les recuerdo que cualquiera puede participar en este niusléter (pueden enviar temas a gula.newsletter@gmail.com), que seguirá siendo gratis y seguirá existiendo así me toque escribirlo todo a mi. Quiero además poner en venta algunas botellas de medio litro del guarapo de panela fermentada como un pet’nat (que tienen más o menos 6 grados de alcohol y está hecho con panela negra de Putla, Oaxaca) para financiar esta segunda temporada y anunciar que estoy trabajando en editar un zine con algunos textos de esta primera edición y cualquier mano amiga será bienvenida.
Creo que los que leemos y escribimos Gula disfrutamos de la comida tanto como para ponernos a ñoñear del tema en cuanto detalle se pueda concentrar. La comida es toda interesante y revela cosas. Es espejo y portal. Es el Aleph. Hay que mirarla muy de cerca.
Gracias a quienes abren los correos cada dos semanas (¡ya son 200 suscriptores!) y a todes los que han colaborado. Nos escribimos en un mes.