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En Seinfeld la tradición de Festivus inicia con la ventilación de agravios: “¡Tengo un montón de problemas con ustedes y ahora los van a escuchar!”, grita Frank Constanza en la cabecera de la mesa familiar sobre la que yace un plato triste de pastel de carne con lechugas y lo que parece un tazón de lentejas o verduras cocidas hasta su completa desintegración. Luego vienen las demostraciones de fuerza, en donde dos miembros de la familia (Frank y George, obvio) luchan cuerpo a cuerpo hasta que uno de los dos tire al piso al otro y este se rinda. Ohh, las tradiciones familiares…
Festivus tiene poco de creíble pero mucho de verdad. En mis celebraciones familiares no había demostraciones de fuerza pero sí ventilaciones de agravios, mucho vino de corozo para las tías y todo sucedía alrededor de un pernil de cerdo tan frío y seco que necesitaba serrucharse como a un trozo de madera. Las lonjas salían curvas como el aserrín y hasta sabían similar, pero con una salsa espesa agridulce de ciruelas encima.
En estas fechas de pascua, justo en un año en que el pésaj judío, la pascua cristiana y el ramadán musulmán se celebraron simultáneamente, algo que solo ocurre cada 33 años, muchas familias se han estado juntado alrededor de la mesa para rendir tributo a sus tradiciones, entre ventilaciones de agravios y algún tipo de demostración de fuerzas. En el centro de todo esto está la comida y en el siguiente texto Berke Gold, autor de otros hits estilo Buzzfeed como este, nos enumera sus platillos favoritos del pésaj, su propia tradición familiar que tampoco se salva tener algo de Festivus.
Cuatro niñes de la noche de Pésaj
Texto y collages por Berke Gold
Llega de nuevo esa feliz noche del año en que mi madre le pone un mantel blanco a la mesa, prende dos velas, les hace círculos y reverencias con las manos y tapándose los ojos recita una letanía en arameo que bendice al fuego y a la luz y a Dios que nos comandó a prender las velas en esta feliz noche.
Para esta fiesta, esta pascua que llamamos pésaj y que existe como una fiesta de preguntas, se ha diseñado una complicada cena que sucede como una serie de acertijos que obligan a los miembros de la familia a hacer preguntas. La guía de la críptica cena parece escrita por un villano de Batman: ¿El simple qué dice? ¿Cuál es el pan de la pobreza que comieron nuestros antepasados en Egipto? ¿Qué tiene de diferente esta noche a todas las otras noches? De manera gótica y desenfrenada la guía que va presentando los componentes de la cena da pie a que cada pinche alimento que uno se mete a la boca sea un símbolo de algo o narre una historia o esté ahí para recordar la destrucción de algún templo.
En este pequeño listado de clickbait les enlisto, querides lectores, mis diez alimentos favoritos que desfilan por la mesa de la pascua judía simbolizando algo más allá de lo que son en sí mismos. Cuando dijo Gertrude Stein que una rosa es una rosa es una rosa no estaba pensando en las cenas de pascua de su infancia evidentemente. Ahí les van, diez alimentos favoritos que simbolizan algo en la mesa de pascua. ¡No podrás creer el número tres!
10. Las diez gotas de vino tinto derramadas en un plato— Esta costumbre les ayudará a recordar las diez plagas que envió Dios sobre los egipcios para torturar al faraón y convencerle de dejar libres a los esclavos judíos. Gritaba mi abuelo a todo pulmón: DOYM, SFORDEYOH, KEYNIS, AROIS, DEIBEIR, SHEIJIEN, BOYROD, AROSTESESES, JOYHSHOYSH, MASUKATSEI BEIJOROISEIS. Es decir: sangre, ranas, piojos, bestias salvajes, enfermedades del ganado, sarna, granizo con fuego, langosta, oscuridad y muerte de los primogénitos. Al pronunciar cada una meten sus dedos meñiques en la copa de vino tinto y dejan caer una gota en el plato. Gracias a Dios por el sanitizante de manos.
9. Maror— Escarola, radicheta, endivia o rábano. Una de estas legumbres amargas debe estar presente en la mesa para recordarles a todos de lo amarga que era la vida de los antepasados como esclavos en Egipto. No se preocupen, no sólo están ahí de adorno. En varias ocasiones tendrán que mordisquear, ensandwichar y consumir crudo el maror. Por si esto no fuera suficiente en algún punto prepararán una salmuera en la que remojarán el maror para simular las lágrimas amargas de los esclavos. Vengan con apetito, salgan con indigestión.
8. Jaroset— Si después de leer la descripción del maror creen que a los judíos nos gusta sufrir, que disfrutamos de la mala vida, que pasarla mal es deporte comunitario, esperen a que lean sobre los ashkenazis (judíos provinientes de Europa oriental). Para recordar el mortero con el que los esclavos construyeron las pirámides se hace un mejunje viscoso y café que aparece y reaparece varias veces en la cena. Los judíos sefaradíes (provenientes del Al-andaluz) hacen su jaroset de albaricoques deshidratados, dátiles y pasas güeras y lo perfuman con canela, semilla de cilantro y cardamomo. El jaroset de los judíos farsis (que provienen de Irán) tiene como base almendras y pistachos y es dulce y agradable. Pero a los ashkenazis se nos quedaron las ganas de pasarla mal y decidimos recordar el mortero no con delicias de frutos secos sino con una manzana rallada que se deja oxidar hasta que pierda el sabor, pedazos de pan ácimo y el vino más cutre e icónico de mi infancia: Manischewitz, sólo para conocedores que adoran la acidez gástrica.
7. Z’roa— Una tibia de cordero asada sobre el fuego. En el caso de mi familia era siempre una alita del Pollo Loco pues son más fáciles de conseguir y tienen ese deje regiomontano que simboliza el sincretismo que se corteja en esta fiesta. Este sirve como conmemoración del korbán o sacrificio de pascua. Para mí sí que implica un sacrificio comer un Pollo Loco. Sin embargo este va en un plato simbólico que se llama la keará y nadie se lo come. ¿Les queda duda de por qué se montaría un plato simbólico que nadie se come? La cosa se pone aún peor, hay también desperdicio de alcohol:
6. La copa de Eliau Hanavi— El profeta Elías hace una aparición estelar en la cena de pascua de todas las casas de todos los judíos del mundo, cual Santaclós circunsidado. Le cantamos una ronda y le abrimos una puerta y ya teníamos preparada para él una silla vacía y, sí, una copa de vino. Esta copa se sirve en la mesa y yo que tengo fama y reputación de no saberme comportar con la familia cuando estoy sobrio paso toda la cena observando la maldita copa que nadie se va a tomar y que podría vivir perfectamente dentro de mi estómago en lugar de terminar en el caño.
5. Beitzim— Un huevo duro que tampoco nadie se come y que también se queda en el plato ritualístico que es como el centro de mesa que ninguna tía se quiere llevar después. El huevo duro está ahí para que los niños pregunten por qué está ahí (como todos los símbolos que describo anterior y posteriormente). Y cuando los niños preguntan por qué el huevo está ahí les contestan los adultos con gran condescendencia: pues para recordar la destrucción del templo en Israel. Y ahora que me siento en la mesa de los adultos y respondo yo a las preguntas comprendo que la única razón por la que el huevo simboliza la destrucción de un templo es porque cuando los niños preguntan que qué simboliza el huevo les contestamos los adultos que simboliza la destrucción de un templo.
4. Naranjas— Alguna vez me contó una amiga feminista de Oberlin que las feministas de Oberlin ponían una naranja en la keará de pésaj. Miren, si un huevo duro puede simbolizar la destrucción del más bello e importante y grande templo que alguna vez tuvimos, las naranjas pueden simbolizar lo que a las naranjas se les antoje. La falsa explicación es que un rabino conservador dijo alguna vez que las mujeres pertenecían al rabinato tanto como una naranja pertenecía a la keará de pésaj. Y dicho y hecho las feministas comenzaron a poner naranjas en sus kearás de pésaj.
3. Matzá— La matzá es una representación del pan ácimo que comieron los judíos a la salida de Egipto pues no tuvieron tiempo de dejar que la masa leudara. Esto porque temían que el faraón cambiara de idea y no les permitiera más su libertad (spoiler alert para los que no han visto El Príncipe de Egipto). Si bien el pan ácimo de nuestros antepasados debió ser una mezcla de masa madre y harinas integrales horneadas en tahones de leña, hoy en día se ven como Saladitas integrales. Saben a cartón, causan diarrea o estreñimiento y son deliciosas. Las comemos en el desayuno con queso Filadelfia y mermelada de cereza negra. Las comemos en la comida con guacamole y chipotles y el pecho de res que sobró de la cena. Las hacemos pedacitos y las usamos para hacer kugls de apio con chile guajillo o matzobrei o para empanizar milanesas. También las pulverizamos y a esto se le llama matze meil y con esto se hacen las famosas matzo balls de la famosa historia en la que una judía niuyorkina pregunta en el Katz Deli al mesero: Sir, you have matzo balls? y el mesero responde: no ma’am, I just walk this way. Cuando como todas las delicias que mi Bobe me enseñó a preparar con matzá no tengo en mi mente a los esclavos que huían despavoridos del faraón, tengo en mi mente a aquel mesero cojo del Katz Deli.
2. Afikoman— El afikoman es la mitad de la matzá de en medio de las tres matzot (plural del sustantivo matzá) que se ponen en la mesa. El patriarca de la familia bendice las matzot y corta una mitad de la de en medio. Cuando les niñes se van a lavar las manos y dicen la bendición del lavado de manos el patriarca esconde en un lugar chusco el afikoman. Después de la cena en que consumimos el pecho de res (que me recuerda más al sacrificio del templo que un muslo del Pollo Loco) les niñes buscan el afikoman y el que lo encuentra se merece un premio que a los adultos luego se les olvida darle a ese niñe que encontró el afikoman. Desde hace años mi madre sabe que el afikoman es de buena suerte y lamina un pedazo de este y lo guarda en su cartera todo el año. Crecí en una casa sin afiladora de cuchillos pero con tres laminadoras diferentes.
Y así van simbolizando los distintos alimentos de la mesa de pesaj. En el transcurso de la noche, les niñes van haciendo preguntas sobre qué significan los distintos alimentos y los adultos les van contestando. Y famosamente le niñe más infante de la casa pregunta las cuatro preguntas fundamentales y los adultos les contestamos violentamente pues hay que darle golpes a la mesa y gritarle a les niñes cuáles son las respuestas a sus preguntas. Pero de las cosas más bellas que nos enseña la noche de pésaj es que existen cuatro tipos de niñes: el sabio, el simple, el que no sabe preguntar y el perverso.
El sabio es el que hace preguntas. Tapiza la mesa de preguntas. Todo lo quiere saber y la noche de pésaj nos enseña a contestarle a ese niñe todas sus preguntas y a investigar y a leer libros para poderle responderle toda esa curiosidad que llena su ser. Yo de chica quería ser la sabia y me encantaba la ilustración del niño sabio en el libro y aspiraba a ser como él. Por el contrario, el simple no hace tantas preguntas, pregunta una o dos cosas y la noche de pésaj nos enseña a contestarle todas las preguntas que existen y no sólo las que desde su simpleza pregunta. Aún más complicado el que no sabe preguntar. Nada pregunta ese niñe. Y la noche de pésaj nos enseña a igual darle todas las explicaciones y todas las respuestas a esos que no saben cómo preguntar. Y yo agregaría que hay que enseñarles a preguntar también porque esas cosas se aprenden y no son así nomás espontáneas. Para acabar el perverso es aquelle que se separa de las tradiciones, se burla, no sólo no pregunta sino que dice que para qué preguntan los otros esa sarta de estupideces. Y el libro que leemos en mi familia en la noche de pésaj, la hagadá de mi abuela, dice literalmente que a los perversos hay que zamparles los dientes y demostrarles que no se puede ser perverso así. Creo que desde mi sincretismo guadalupano he hecho mis esfuerzos por no caer nunca en ser perversa.
Les niñes podrán preguntar por los huevos y por las alitas y por las hierbas amargas. Pero yo siempre estoy a la espera de mi simbolismo favorito de la noche de pésaj. Aquel que se le niega a las más pequeñas y a las embarazadas y a los que están en antibióticos:
1. Cuatro copas de vino— Se debe beber cada adulto cuatro copas de vino. Es una orden divina. Representa una mitzvá, un precepto. Y yo recomendaría que esta tradición se vuelva parte de todas las festividades. De las navidades y de los velorios y de las primeras comuniones y de los días de fumigación. Pero mi santa familia decide que nadie más que yo en la mesa bebe y sustituyen el vino por juguito de uva Jumex. Y esto es legal pues la razón por la que se bebe el vino es para poder bendecir la fruta de la vid. Y técnicamente (aunque no me consta) el juguito de uva Jumex viene de la vid y cumple su función ceremonial. Entonces desaparece mi postura como el niño sabio. Me vuelvo simple, río incontrolablemente cuestionando cómo voy a soportar en absoluta sobriedad la noche. Me hago el que no sé preguntar y me preguntan que si no tengo madre. Mi madre intenta consolarme, mi abuela se rasga las vestiduras, mis hermanos y mi tía esconden los cuchillos y mi padre se encierra en el baño. Me vuelvo el perverso, maldigo y les pregunto que qué son esas ridículas costumbres de ellos. Pataleo y hago berrinche y se me salen los mocos de tanto llorar. Felices Pascuas a todos.
Berke Gold es cocinero, diseñador y artista mexicano. En su trabajo explora las relaciones entre artesanía, historia y traducción como herramientas de análisis pero también de gozo. Actualmente cursa la maestría en Bellas Artes en Beaux Arts de Paris.