Ryuichi Sakamoto y la música de restaurantes
Cansado de la música de restaurantes, Sakamoto creó su propia playlist.
Ryuichi Sakamoto y la música de restaurantes
Por Giuseppe Lacorazza
El martes 28 de marzo murió el compositor japonés Ryuichi Sakamoto, famoso, entre muchas otras cosas, por ser uno de los miembros de Yellow Magic Orchestra, por sus bandas sonoras para películas entre las que están The Revenant y Merry Christmas, Mr. Lawrence, por su composición e interpretación de la canción de apertura de los Juego Olímpicos de Barcelona 92, por su uso vanguardista de los sintetizadores, los sonidos naturales y el silencio, y por la figura mística, serena y sensual que presentó al público a lo largo de su corta vida. Tenía 71 años.
Entre las muchas cosas que hizo, las que no refieren a su fama, vanguardia, estilo o genialidad musical, se encuentra la historia de la playlist de Kajitsu, un restaurante japonés en Manhattan que Sakamoto frecuentaba por su comida pero odiaba por su música. En 2018, para un artículo del New York Times, Sakamoto le contó Ben Ratliff que la música del restaurante era tan mala que no la podía soportar, entonces se fue y tuvo una idea.
Al llegar a casa escribió un correo a Hiroki Odo, el chef de Kajitsu, que decía: “Amo tu comida, te respeto y amo tu restaurante, pero odio la música. ¿Quién la elige? ¿Quién decide mezclar ese horrible repertorio? Déjame hacerlo a mi. Porque tu comida es tan buena como la belleza de Katsura Rikyu," (se refería a la milenaria villa imperial en Kyoto, construida en cierta medida bajo los principios estéticos de imperfección y circunstancias naturales conocidos como wabi-sabi) "pero la música en tu restaurante es como la Torre Trump”.
Chef Odo aceptó, y así fue como la lista musical de Kajitsu terminó siendo una colección espaciosa de ambient, jazz, música clásica y bandas sonoras, tan pausada y amable como la propia expresión facial de Sakamoto y tan llena de expectativa, suspenso y tensión como cada uno de sus discos. Más allá de afirmar que no fue simplemente una lista de canciones que le gustan, es fácil imaginarse a Sakamoto disfrutando de una cena con la tranquilidad y la potencia de ese repertorio.
Esta es la playlist.
Ninguna de las canciones de la lista son de su propia composición, algo que resalta como la amabilidad de no pretender protagonismo. Pero yo tengo otra teoría, que sus canciones son imposibles de pasar por alto una vez estén sonando y como tal serían demoledoras en la lista de un restaurante. Mi teoría la he puesto en práctica desde 2015, cuando en medio de la preparación de la comida del restaurante en el que trabajaba me gustaba escuchar Playing the Piano, su álbum de 2009. Disfrutaba especialmente Thousand Knives y Riot in Lagos. Dos días duró el experimento, hasta que uno de los demás cocineros se atrevió a decir lo que todos pensaban. La música los desconcentraba y las repeticiones melódicas les generaba ansiedad. Ellos querían algo menos impositivo. Como los sentimientos, la música de Sakamoto es ineludible.
Todo lo opuesto debe ocurrir con la música que suena en los restaurantes. Música eludible, suficientemente entretenida para el comensal curioso pero no lo suficiente para opacar el protagonismo de la comida, del servicio, del estilo. Pocas personas van a un restaurante por la música y aún así me imagino la lista de Sakamoto en muchos restaurantes y al público extrañado, perplejo ante semejante pasivo-agresividad, pensando que no están en un consultorio, un ascensor o un recital como para estar escuchando eso.
El propio Sakamoto lo sabía desde 1984 y lo dijo en el documental Tokyo melody:
"Se escucha música de fondo en los cafés, las tiendas departamentales y así. Las personas no escuchan la música de principio a fin en un elevador, la escuchamos desde la mitad, nos bajamos del elevador en el piso deseado y ahora escuchamos música diferente. Esa música la ponen para nuestro placer y solo se eligen algunas partes. Esto me interesa mucho. La música que podemos entender solo después de 5 o 10 minutos ya no funciona en nuestras vidas”.
Y sin embargo su lista curada para el Kajitsu, 34 años después de dar esas declaraciones y hecha en colaboración con Ryu Takahashi, es todo lo opuesto. Solo escuchen la rendición de 'Spiegel Im Spiegel' de Arvo Part interpretada en violín por Anne Akiko Meyers, o 'Greysmith’s Theme' de David Shire de la banda sonora de la película Zodiac, o 'I Love Music' de Ahmad Jamal Trio y pregúntense si esa es la música que podrían en su restaurante. Yo no, pero la amo.
¿Entonces qué hace uno con la música de su restaurante si uno no es Ryuichi Sakamoto? Sería sensato eliminarla, como lo hicieron Fergus Henderson y Trevor Gulliver en St. John en Londres. No music, no flowers, no curtains. Reglas sencillas que traicionan las expectativas. Lo mismo que llevan haciendo las cantinas mexicanas durante décadas. Tan poético como escuchar la hermosa lista de Sakamoto en un restaurante japonés sería invocar a '4 '33' de John Cage e imponer el silencio. Con eso impulsar que la música del restaurante sean los sonidos de la propia vida que, como los sentimientos y la música de Sakamoto, son ineludibles.
"La música en general consiste en partes más o menos esperadas y en otras partes que traicionan esa expectativa, partes que crean el counter-punch. La música es un balance entre esos dos elementos” dijo también en Tokyo melody.
Sakamoto hizo lo que todos hemos querido hacer alguna vez en un restaurante, la parte más o menos esperada: quitar la música de mierda y poner su propia música, imponer su propio gusto. La traición está en que su gusto, contrario al de cualquiera, ha influenciado la manera en la que todos escuchamos y percibimos la música desde 1978 y eso nadie nunca lo esperaba.
Ryuichi Sakamoto (1952-2023)